En su libro Our Passion for Justice, (Nuestra pasión por la Justicia) Carter Heyward nos exhorta a los Unitarios Universalistas así:

 

El amor, como la verdad y la belleza es concreto. El amor no es fundamentalmente un sentimiento dulce, tampoco, en la realidad, un asunto de sentimiento, apego, o de sentirse “atraído hacia.” El amor es activo, efectivo, un algo que hace mutuamente beneficiosa nuestra relación con nuestros amigos, y nuestros enemigos. El amor crea rectitud, o sea, justicia aquí en la tierra. Hacer el amor es hacer justicia. Los que abogan y agitan por la justicia ahora, saben que el amor envuelve lucha, resistencia, riesgo. Los que trabajan en pro de la mujer, de los negros, las lesbianas y los gays, los ancianos, los pobres en este país y en otras partes, saben que la justicia no es una experiencia calientita de peluche. Yo también creo que los que se aman y los que son buenos amigos, saben que las relaciones más subyugantes demandan trabajo fuerte, paciencia, y una firme voluntad para soportar las tensiones y la ansiedad al crear lazos de empoderamiento mutuos.

Por esta razón, amar envuelve compromiso. No somos amantes automáticos de nosotros mismos, de los otros, del mundo, o de Dios. El amor no sucede porque sí. No somos máquinas de amor o marionetas suspendidas de las cuerdas de una deidad llamada “amor.” El amor es una selección, no simple o necesariamente una selección racional, sino más bien una buena voluntad de estar presentes para los otros sin pretensiones ni dobleces. El amor es una conversión hacia la humanidad –una buena voluntad de participar con los otros en la sanación de un mundo y de unas vidas despedazadas. El amor es una elección que hacemos de experimentar la vida como miembros de la familia humana, como compañeros en la danza de la vida, más bien que como extraños en el mundo, o como una deidad arriba del mundo, distante y aparte de los seres humanos.

Qué completa y profunda es esta descripción del amor. El amor es concreto, activo, efectivo. ¿Recuerdan el dicho común: Obras son amores no buenas razones?

El amor es una selección, no simple o necesariamente una selección racional, sino más bien una buena voluntad de estar presentes para los otros sin pretensiones ni dobleces, dice Carter. Una vez pasado el delirio del amor ciego, cuando nos quitamos los lentes color de rosa, cuando le hemos visto los pies de plomo a nuestro ídolo, comienza la decepción y hasta el desprecio por aquello que nos parecía ideal y sin mancha. En esa época que tarde o temprano llega a los enamorados y a los amigos, es cuando se prueba de veras la clase de amor que decimos profesar. Aunque nuestra selección no haya sido muy racional, si queremos que sea amor, tenemos que ejercitar la buena voluntad de estar presentes sin pretensiones ni dobleces. Donde hay pretensión y doblez, no puede haber verdadero amor. ¿Qué amor puede ser el estar presente de cuerpo, pero con el alma y el corazón fantaseando estar en compañía o en los brazos de otra persona? El amor verdadero no conoce infidelidad ni de pensamiento, ni de palabra ni de obra.

Recordemos lo que dice Carter:

Los que se aman y los que son buenos amigos, saben que las relaciones más subyugantes demandan trabajo fuerte, paciencia, y una voluntad para soportar las tensiones y la ansiedad al crear lazos de empoderamiento mutuos.

Esto de crear lazos de empoderamiento mutuos es algo tan importante que si de veras lo entendiéramos habría muchísima más felicidad y paz entre las parejas y las amistades. Es tan triste ver mujeres y hombres perfectamente capacitados para gobernar sus vidas y para avanzar confiados por ellas viviendo temerosos, desconfiados de sus propios poderes y valor, porque el compañero o compañera toma las riendas en la relación creando así una situación de sometimiento del uno por el otro.

El amor es hacer justicia y alcanzar empoderamiento mutuo. ¿Y qué justicia puede haber cuando la pareja o la amistad está enredada en una codependencia malsana, en que el uno tapa las debilidades del otro impidiéndole el crecimiento espiritual y sicológico? ¿Qué empoderamiento mutuo puede haber cuando en la pareja uno es adicto al alcohol, u otras drogas y el compañero o la compañera en lugar de ser firme y no cooperar, facilita la adicción pretendiendo que no existe, y por evitar los gritos o desaforos del adicto, o por miedo de que se acabe la relación le facilita el alcohol o la droga a la persona adicta? Esto se aplica igualmente a otras adicciones como a juegos de azar, adicción a comer, violencia doméstica y cualquier situación en la cual hay codependencia malsana con un facilitador que a veces creyendo demostrar amor y cuidado, contribuye a agravar una situación que ya es peligrosa.

¿Qué empoderamiento o justicia puede haber cuando uno de los dos es flojo y no ayuda en la casa o con los hijos, sino que se recarga esperando que se le sirva, aunque la esposa o compañero también trabaje fuera? La codependencia malsana es enemiga de la libertad y del empoderamiento mutuo. Cuántas parejas se ven en que generalmente la mujer con poca autoestima y falta de carácter no sólo aguanta el machismo del hombre, sino que llega hasta sub conscientemente a fomentar la situación.

Realmente es mucho más fácil describir el amor y señalar las cualidades que debe tener para ser verdadero amor, que ser consistentes y honestos en la práctica siquiera de alguna de esas cualidades. Sabemos por experiencia propia que es mucho más fácil decir “te quiero y te querré para siempre”, “sin ti no valgo nada”, “eres todo para mí”, que guardar la fidelidad a toda costa. Es más fácil comprar chocolates y flores para hacer las paces después de una pelea, que evitar la pelea ayudando a lavar los platos, siendo responsable con el dinero, puntual en las citas o haciendo el tiempo necesario para salir de paseo con el ser querido.

Igualmente es más fácil ser idealistas diciendo que amamos la paz, que amamos a la humanidad, que nos duele el dolor ajeno, cuando en realidad nos cuesta amar y aceptar a nuestros vecinos, o a las personas que pertenecen a cierto grupo étnico, o partido político, o que tienen esta o la otra inclinación sexual o que practican una religión diferente a la nuestra.

En su libro The Gospel According to Jesus, (El Evangelio de acuerdo a Jesús) Stephen Mitchell nos trae un ejemplo de las sabias enseñanzas de Ramana Maharsi, referente a lo que es verdadero amor y verdadero hogar. Cuenta que un discípulo bisoño vino al maestro diciéndole: 

Quiero dejar mi trabajo y mi familia y quedarme con usted maestro y así poder estar más cerca de Dios.

A lo cual Maharsi le respondió:

Dios habita en ti y por lo tanto siempre está contigo. Esto es lo que debes comprender.

El diálogo continúa y Maharsi termina diciéndole al principiante:

Cuando realmente sientas este amor igual por todos, cuando tu corazón se haya expandido tanto que abrace a toda la creación, ciertamente no sentirás que tienes que renunciar a esto o a lo otro. Simplemente tu vida secular se transformará, como una fruta madura se desprende de la rama de un árbol. Sentirás entonces que el mundo entero es tu hogar.

He ahí el verdadero sentido y beneficio del amor. No hay que sacrificar nada, porque al amarlo todo, se acepta todo y por ende se posee todo. Recordemos una vez más lo que dijo Carter Heyward:

El amor es una elección que hacemos de experimentar la vida como miembros de la familia humana, como compañeros en la danza de la vida.

Ese amor universal, ese expandir el corazón hasta abrazarlo todo, trae otro verdadero regalo a nuestras vidas: el regalo de la paz interna y de la alegría de saber que a nadie consideramos enemigo, que dondequiera que estemos aunque estemos solos, lejos de nuestro hogar físico, o en medio de desconocidos, nuestro espíritu estará lleno porque allí donde estemos, ahí estará nuestro hogar.

Al amar así, universalmente, estaremos encarnando varios de nuestros principios pues estaremos afirmando y promoviendo el valor y la dignidad inherentes de cada persona, (primer principio), la aceptación del uno al otro y el estímulo al crecimiento spiritual (tercer principio) la meta de una comunidad mundial con paz, libertad y justicia para todos (sexto principio) y finalmente, el respeto por el tejido interdependiente de todo lo existente del cual somos una parte. (séptimo principio.)

Puedan amar y ser amados de veras, sin condiciones y sin reservas. Puedan sus corazones abrirse tan ampliamente que abracen al universo con su amor; quieran elegir ser parte activa y positiva de la familia humana y que nunca sepan lo que es la soledad del alma, porque sabrán tener una infinidad de compañeros y compañeras en la danza de la vida. Que así sea.

 

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Rev. Lilia Cuervo
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Rev. Lilia Cuervo

La Rev. Unitaria Universalista Lilia Cuervo obtuvo su maestria en Divinidad del Seminario Unitario Universalista Starr King para el Ministerio, en Berkeley, California. Ademas es licenciada en Matemáticas y Física de la Universidad Nacional Pedagógica Femenina en Bogotá, Colombia y tiene otra maestría en Demografía de la Universidad de Georgetown, en Washington D.C.
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