Esto me hace pensar las cosas a las cuales me aferro y me pregunto… ¿que es lo que la vida me quiere dar en su lugar?


Por Carmen Egusquiza

Jenny era una linda niña de cinco años de ojos relucientes. Un día mientras ella con su mamá visitaban la tienda, Jenny vio un collar de perlas de plástico que costaba 2.50 dólares. ¡Cuánto deseaba poseerlo! Preguntó a su mamá si se lo compraría; su mamá le dijo:

– Hagamos un trato, yo te compraré el collar y cuando lleguemos a casa haremos una lista de tareas que podrás realizar para pagar el collar. Y no te olvides que para tu cumpleaños es muy posible que tu abuelita te regale un billete de un dólar enterito, ¿está bien?

Jenny estuvo de acuerdo, y su mamá le compró el collar de perlas.

Jenny trabajó con tesón todos los días para cumplir con sus tareas, y tal como su mamá le mencionara, su abuelita le regaló un billete nuevo de un dólar para su cumpleaños. En poco tiempo Jenny canceló su deuda. Jenny amaba sus perlas. Ella las llevaba puestas a todas partes: al kinder, a la cama, y cuando salía con su mamá a hacer los mandados. El único momento que no las usaba era cuando se bañaba, pues su mamá le había dicho que las perlas con el agua le pintarían el cuello de verde.

Jenny tenía un padre que la quería muchísimo. Cuando Jenny iba a su cama, el se levantaba de su sillón favorito para leerle su cuento preferido. Una noche, cuando terminó el cuento, le dijo:

– Jenny, ¿tú me quieres?

– ¡Oh si papá, tú sabes que te quiero!

– Entonces, regálame tus perlas.

– ¡Oh, papá! No mis perlas -dijo Jenny-.

-Pero te doy a Rosita, mi muñeca favorita. ¿La recuerdas?, tú me la regalaste el año pasado para mi cumpleaños. Y te doy su ajuar también; ¿está bien papa?

– ¡Oh no hijita! Está bien, no importa -le dijo dándole un beso en la mejilla- Buenas noches pequeña.

Una semana después, nuevamente su papá le preguntó al terminar el diario cuento

– Jenny, ¿tú me quieres?

– ¡Oh si papá, tú sabes que te quiero!

– Entonces regálame tus perlas.

– ¡Oh, papa! No mis perlas; pero te doy a Lazos, mi caballo de juguete, ¿lo recuerdas? Es mi favorito, su pelo es tan suave y tú puedes jugar con él y hacerle trencitas. Tu puedes tenerlo si quieres papá.

– ¡Oh no hijita! Está bien, no importa -le dijo su papá dándole nuevamente un beso en la mejilla-

– Dios te bendiga, felices sueños.

Algunos días después, cuando el papá de Jenny entró a su dormitorio para leerle un cuento, Jenny estaba sentada en su cama y le temblaban los labios:

-Toma papá –dijo- y estiró su mano. La abrió y en su interior estaba su tan querido collar, el cual entregó a su padre. Con una mano él tomó las perlas de plástico y con la otra extrajo de su bolsillo una cajita de terciopelo azul. Dentro de la cajita habían unas hermosas perlas genuinas. El las había tenido todo este tiempo, esperando que Jenny renunciara a la baratija para poder darle la pieza de valor.

Esto me hace pensar las cosas a las cuales me aferro y me pregunto… ¿que es lo que la vida me quiere dar en su lugar?

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