Personalmente creo que Dios, Diosa, el universo, la naturaleza, algo más grande que nosotros o como ustedes le quieran nombrar, nos sigue hablando. Pero ahora no nos habla como lo hacía antaño para aumentar las páginas de los libros sagrados. No, ahora él se comunica con nosotros a través de un idioma más universal.

 

En el mundo existimos millones de millones de personas que hablamos diferentes idiomas. Muchos millones hablamos español, otros tantos hablan el inglés, otros hablan ruso, o alemán, o griego y muchos millones más hablan chino.

Miles de personas son bilingües, trilingües y hay muchos otros que son políglotas. Otros además de hablar uno o dos idiomas más, hablan alguna lengua muerta como el latín, el griego antiguo o el arameo.  A pesar de ello, Dios nos entiende a todos y a cada uno de nosotros, pero, ¿cómo es que Dios nos habla a nosotros que hablamos diferentes lenguas?

Hace muchos siglos, se agruparon en un solo tomo varios escritos a los cuales hoy conocemos como la Biblia.  Los capítulos que encontramos en la Biblia fueron poco a poco recopilados ya que cada uno de ellos fue escrito en diferentes épocas de la humanidad y por diferentes personas.

Actualmente la Biblia y otros libros sagrados como el Corán o el Libro del Mormón no son corregidos ni aumentados como sucede con los libros de historia. A esto yo me pregunté: ¿actualmente ya no hay profetas caminando por la faz de la tierra? ¿O tal vez Dios ya no quiere hablar con nosotros los seres humanos como lo hacía antaño? ¿Será que Dios nos está hablando en alguna forma distinta a como solía hacerlo hace miles de años.

Sabemos por la Biblia que a algunos seres humanos Dios les habló directamente, como a Adán y Eva, a Noé, a Abraham, a Isaac, a Jacob y a Moisés. A otros, Dios les hablo a través de sueños como a Mahoma, a algunos otros les habló por medio de un ángel, como a María y a José, los padres de Jesús. Por supuesto, esto pasó hace muchos años y quedó plasmado en la Biblia y en otros libros sagrados de la humanidad.

Personalmente creo que Dios, Diosa, el universo, la naturaleza, algo más grande que nosotros o como ustedes le quieran nombrar, nos sigue hablando. Pero ahora no nos habla como lo hacía antaño para aumentar las páginas de los libros sagrados. No, ahora él se comunica con nosotros a través de un idioma más universal y cuando digo más universal lo digo literalmente, UNIVERSAL, con mayúsculas. Me refiero al idioma de las matemáticas.

La palabra evangelio proviene del griego Eu-Angélion, que quiere decir “Buena Nueva, o Buenas Noticias”. En este contexto, los científicos serían los modernos evangelistas y sus descubrimientos serían los modernos evangelios, o sea, las buenas nuevas o las buenas noticias.

Cada vez que algún científico descubre una nueva cura para alguna enfermedad que aqueja a la humanidad, es una buena nueva, o sea un nuevo evangelio. Cuando hablo de científicos, no solo me refiero a los científicos en el área de la medicina, también me refiero a los científicos de todas las ramas del saber, como la ingeniería, la Radio-astronomía, la química, la física, la arquitectura, etc. Todos ellos escriben estas Buenas Nuevas no con palabras comunes y corrientes, sino a través de formulas matemáticas.

Por supuesto que los científicos no están creando nada, solamente están descubriendo y ayudándonos a entender lo que Dios hizo cientos de miles de siglos atrás.

A este punto, permítanme ejemplificar esto que estoy diciendo con un caso que me a mí me parece un ejemplo fácil y bello de entender.

En el año 1202 Leonardo Fibonacci publicó un libro titulado “Liber Abacci” (Libro de Calcular), donde explicaba cómo sumar, restar, dividir y multiplicar con un nuevo método que había aprendido en algunas escuelas del norte de África, con un nuevo sistema arábigo, o sea el sistema decimal. En este libro aparece lo que hoy le llamamos sucesión de Fibonacci. Esta sucesión es una serie de números aparentemente sin sentido alguno. Estos son: 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 144, 133, 277, …Estos números continúan hasta el infinito. Ustedes se estarán preguntando: ¿qué tiene que ver esta serie de números en relación a Dios?  Pues déjenme explicarles que esta sucesión de números es muy curiosa. Aparentemente es una sucesión de números sin ninguna relación, pero si nos fijamos un poco, cada número es el resultado de la suma de los dos anteriores y si continuamos sumando hasta el infinito, llegaremos a un número muy especial. Ese número es 1618033 (Los dígitos se van hasta el infinito también). En matemáticas a estos números se les conoce como irracionales.

Si dividimos cualquier numero de esta serie entre el número anterior, el resultado nos va a dar 1,618033…, y conforme nos vayamos acercando al infinito, tendremos el número con las cifras después del punto más exacto. A este número Leonardo da Vinci lo llamó el número áureo o dorado, y el monje Luca Pacioli en el siglo XV lo nombró la divina proporción. Todo lo que vemos en el universo y/o la naturaleza y que nos parece bello tiene este número como relación.  

Esta es la manera en que la Divinidad Suprema ha construido y ordenado armónicamente el mundo manifiesto. Todo el universo material está «hecho» en base a la relación armónica de Φ (Fi; el llamado «número de oro» o «sección áurea», equivalente al número 1,618033 en notación moderna), lo que puede encontrarse en cualquier manual sobre Simetría y Proporción.

Hasta este momento todo esto puede parecernos pura numerología, pero lo verdaderamente misterioso es que lo encontramos en el crecimiento de las plantas, en las piñas, en las flores, en la distribución de las hojas en un árbol o en la formación de los caracoles y en todas las espirales que existen en la naturaleza como los tornados, las galaxias, nuestras huellas digitales y en la doble cadena del ADN.                                         

En el Cosmos puede apreciarse la presencia del número dorado, por ejemplo, si observamos Saturno desde la Tierra se pueden distinguir dos prominentes anillos y uno más tenue. La separación entre los dos primeros es conocido como la división de Casini, y en esta división se encuentra presente la dorada proporción.

La esencia de los números irracionales, y en concreto el número fi como se le llama en matemáticas, representa el camino hacia el conocimiento global. En mística esto sería conocer a Dios. En la ciencia poder predecir resultados de fenómenos caóticos es lo más parecido a la omnisciencia divina.

La idea de la revelación de la Divinidad Suprema a través de los números no es nueva. En la Torah se dice que contiene encriptados mensajes de Dios. La Torah es una larga cadena de números. Se dice que es un código que Dios nos envió, por ejemplo, KADEM significa “Jardín del Edén” y su traducción numérica es 144, uno de los números de la serie de Fibonacci. El valor del árbol del conocimiento del bien y del mal que en hebreo es AAT HA HAIM ES: 133,144, 133, que también son números de la misma serie.

En filosofía, donde las matemáticas son el lenguaje de Dios que da forma a la naturaleza, o que son en sí mismas el mismo Dios. Desde Pitágoras al físico, astrónomo y matemático, Sir James Jeans que dice: “…el Gran Arquitecto del Universo empieza ahora a perfilarse como un matemático puro.”

Pitágoras nos dice que el Universo está hecho de números, también nos decía que, si conectas los concéntricos rectángulos con una curva, se genera la mítica espiral dorada. Pitágoras encontraba esta forma en toda la naturaleza, por ejemplo, en el caracol, el cuerno del carnero, el remolino, el tornado, las huellas digitales, hasta en la Vía Láctea.

Por otra parte, si las palabras con que Dios actualmente nos habla son las matemáticas, el amor es la entonación de dicho lenguaje.

Cada científico tiene de repente una idea (inspiración divina), la cual la empieza a trabajar y la desarrolla hasta encontrar a base de ecuaciones en un laboratorio un resultado práctico para la humanidad. Este resultado científico es el resultado del amor a la humanidad. 

Entonces la pregunta sería, si nosotros no somos profetas, ni científicos, ¿Dios nos habla también a nosotros, a seres humanos comunes y corrientes que no entendemos las matemáticas? Creo que si, Dios nos habla a base del amor, como cuando éramos recién nacidos y no sabíamos el lenguaje de nuestra madre, pero de acuerdo al tono de su voz entendíamos todo lo que necesitábamos saber, que era que nos amaba y que estaba ahí para cuidarnos y ayudarnos a crecer. Igual que Dios está ahí, dentro de nosotros, en lo más profundo de nuestro corazón alimentando nuestro crecimiento individual con amor, para que también nosotros los seres humanos comunes y corrientes lleguemos a ser profetas de amor. Cuando nos involucramos en la justicia social, la filantropía, estamos también trabajando para llevar a nuestros hermanos las buenas nuevas. Cuando servimos a la humanidad con nuestro trabajo, nuestras ideas y acciones, entonces también nosotros somos portadores de la palabra de la Divinidad Suprema, de las buenas nuevas.

Amor, Dios, Fi, justicia social, matemáticas, Naturaleza., proporción, Universo

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Roberto Padilla

El doctor Roberto Padilla es miembro de la Primera Iglesia Unitaria de San Jose, California.
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