Un tema fascinante y de muchísima consecuencia en cómo conducir nuestras vidas es el del albedrío.  Sea que creamos que estamos inexorablemente predestinados por un Creador o Creadora de nuestras vidas a seguir un cierto camino, o sea que creamos que tenemos plena libertad para actuar como queramos, lo cierto es que nuestras acciones y sus consecuencias están inextricablemente ligadas a nuestra responsabilidad individual y a los riesgos que tomamos al aceptar o no, lo que sentimos que la vida nos pide.

 

En su fascinante libro El Código del Alma. En Busca de llamado y carácter*, James Hillman explica su teoría de la bellota. Como sabemos, la bellota es la semilla del roble. Esta pequeña nuez ya trae impreso el código de cómo el roble va crecer y llegar a ser ese árbol poderoso.  Así mismo cada persona cuando nace, dice Hillman, trae un patrón singular que pide ser vivido. Según él: «Cada persona entra al mundo con un llamado especial. El alma de cada quien escoge antes de nacer el tipo de vida que desea vivir al venir a la tierra».

Esta curiosa idea surgió siglos atrás en la mente de filósofos griegos quienes querían demostrar la inmortalidad del alma y la reencarnación.  En su libro La República, Capítulo XL “Los premios de la justicia más allá de la muerte. El mito de Er”, Platón cuenta que Er fue un hombre poderoso, valiente soldado en una de las guerras, quien al morir fue escogido por las diosas para ser el mensajero a los humanos de lo que ocurre en la otra vida.  Para ayudarnos a recordar tanto lo que escogimos antes de nacer y a que no nos desviemos en nuestra jornada, se nos da un espíritu como compañía. Se supone que este espíritu nos recuerda qué hacer en determinados momentos para poder cumplir nuestro llamado, pero no es responsable por nuestras acciones. Así pues, no se le debe confundir con la conciencia por ejemplo. Por cientos de años la gente ha tratado de encontrar un nombre apropiado para esa voz, para ese mensajero que nos ayuda a recordar nuestro destino. Los griegos lo llamaron daimon, los romanos, lo llamaron  genio y los Cristianos el ángel de la guarda. Hoy en día es común llamarle corazón, alma o espíritu.

El destino entendido a través de la imagen de la bellota, no es aquel destino ciego nacido de una predestinación eterna transmitida por los genes. No. En su libro, Hillman desea ayudar a reparar en algo el daño causado por la psicología y las terapias que tienden a culpar por nuestros problemas y defectos a los genes y al medio ambiente. Con su teoría de la bellota Hillman nos insta a que pensemos, a que usemos la razón y los sentidos, la intuición y la memoria, para que podamos discernir qué es lo que el daimon nos está sugiriendo hacer en un momento dado. El raciocinio nos lleva a hacer preguntas como: ¿Hacia dónde me está impulsando el espíritu? ¿Qué significa esta inmediata urgencia, o esta insistente llamada que experimento? ¿Cómo podría actuar de la mejor manera para satisfacer mi pasión y deseo de atraer el bien para mí y para los que amo?

No importa qué nombre le demos a esa entidad interna que nos recuerda por qué estamos aquí en la tierra. Tal parece que nunca estaremos exentos de la responsabilidad de tener que tomar las mejores decisiones y de escoger minuto a minuto el mejor camino, para poder cumplir a cabalidad aquella jornada que supuestamente escogimos antes de nacer.

Vivir nuestras vidas conscientes a cada momento, es realmente un reto emocionante. El tratar de descubrir a cada vuelta el Código Secreto del alma, esa imagen o patrón que ya traemos en nuestra bellota, en la semilla de nuestra vida, nos puede tomar la vida entera. Y aunque en un golpe de suerte o gracia divina podamos percibir lo que debemos ser, el comprender a cabalidad lo que debemos hacer para encarnar eso que nos fue revelado, ocurre más despacio. De hecho esa búsqueda se convierte en la tarea de ajustarnos hora a hora, minuto a minuto, con la responsabilidad de vivir nuestras vidas en tal forma que lleguemos a desarrollar lo más fidedignamente posible el patrón contenido en el interior de nuestro ser.

Algunos niñxs precoces y otros que nacen genios, empiezan a cumplir su destino a temprana edad; ellos nos dejan atónitos con lo bueno o malo que piensan y hacen a edades muy tempranas. Mozart por ejemplo, fue el prototipo del genio musical.  Otros empiezan a cumplir su llamado y a florecer tarde en sus vidas. El llamado llega de diferentes formas. Algunxs entienden ese llamado como un proceso, como una sucesión de dudas y afirmaciones, de transacciones y finalmente de aceptación. Para otrxs, el llamado llega como un susurro con la brisa del otoño: suave, calmante, lleno de promesa. A otrxs el llamado les llega como un relámpago, enceguecedor, imposible de resistir.

La bellota con valor y persistencia, a pesar los obstáculos, rompe el suelo duro para poder ver la luz del sol y recibir la lluvia en sus brotes tiernos  lo que le permitirá convertirse en un fuerte y majestuoso roble.  No importa cómo nos llegue el llamado. Como la bellota, esa misma motivación es la que actúa en la vida de los grandes y se traduce en fidelidad y persistencia sin dejarse llevar por distracciones, para atender al llamado particular, cueste lo que cueste.

Aunque los que pueden descifrar temprano el código enclavado en sus seres pueden tener ventaja, en la realidad lo importante es no desperdiciar esa información y trabajar con ella desde el momento que la descubrimos.

Y como lo han encontrado los estudiosos de la psicología humana, el rasgo más distintivo de los grandes exitosos de todos los tiempos es la cualidad de la motivación.  Cuánta gente se desalienta a la primera escaramuza y viven desalentados, en la mediocridad.  Los que triunfan, se levantan una y otra vez, siempre mirando la meta, cultivando la motivación para vivir de acuerdo a las insinuaciones de sus diamon que les recuerda por qué y para qué nacieron y existen en este planeta.

Obviamente, la experiencia nos enseña que nuestro éxito o fracaso en la vida está en gran parte aunado a la forma como nuestros padres, familiares y mentores cultivaron nuestra bellota desde la infancia, principalmente en los años de formación de nuestros cerebros y mentes.  ¿Se nos trató con entusiasmo y encomio siempre que logramos un pequeño triunfo, o se nos humilló y castigó cuando no logramos obrar en la medida de las expectativas, generalmente ambiciosas de los adultos a nuestro alrededor? ¿Recibimos buenos ejemplos de constancia en el aprender y trabajar, o se nos enseñó a coger el camino fácil y tal vez a abusar de otros en vez de esforzarnos por lograr lo apetecido?  ¿Tuvimos a alguien que se interesó por ayudarnos a descifrar el código de nuestra bellota cuando recién empezaba a manifestarse?

La buena nueva es que a pesar de las desventajas que pudimos haber tenido, si nos lo proponemos, podemos llegar a ser grandes en una medida u otra. Y vale repetir que no importa cómo, o cuando, o a través de qué, recibimos el llamado a cumplir nuestro destino. Lo importante es cómo y qué hacemos de nuestras vidas. El asumir responsabilidad por cumplir nuestro destino y por lo tanto aceptar las consecuencias de nuestros escogimientos significa naturalmente tomar grandes riesgos. Pero a menos que seamos valientes y obremos con motivación, terminaremos siendo parte del montón quizás sintiéndonos aburridos, amargados y culpables.

Hillman dice que: «Nosotros hacemos nuestras vidas aburridas y sosas por la manera como las concebimos. Hemos parado de imaginarlas con siquiera un poco de romance, sin cualquier sagacidad novelesca». Y continúa: «Cuando esto nos sucede, nuestras vidas se convierten en narrativas sin una trama, cuyo foco se orienta más y más hacia el personaje central aburridor, “el yo” deambulando en el desierto de experiencias resecas».

Abramos nuestras mentes y corazones a la vida, atentos a escuchar y descifrar el código encerrado en nuestros seres. Quiera la Fuente de Vida y Amor, iluminarnos y sostenernos mientras atendemos con determinación y con valentía al llamado a vivir nuestras vidas con plenitud y alegría.  Que nunca perdamos la motivación sino que trabajemos con amor y fidelidad para que enriqueciendo nuestras vidas, enriquezcamos las vidas de quienes nos rodean, conscientes que todo lo que hagamos o dejemos de hacer, afecta a todo el tejido interdependiente de todo lo existente del cual somos una parte.

* James Hillman. The Soul’s Code. In Search of Character and Calling,

 

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Rev. Lilia Cuervo
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Rev. Lilia Cuervo

La Rev. Unitaria Universalista Lilia Cuervo obtuvo su maestria en Divinidad del Seminario Unitario Universalista Starr King para el Ministerio, en Berkeley, California. Ademas es licenciada en Matemáticas y Física de la Universidad Nacional Pedagógica Femenina en Bogotá, Colombia y tiene otra maestría en Demografía de la Universidad de Georgetown, en Washington D.C.
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