Foto: Joseph Rodriguez publicada en Mother Jones

Hoy es Noche Buena. Fecha en que recordamos Navidades pasadas, seres queridos, sueños por lograr, ó tal vez ya olvidados… La Navidad trae con ella recuerdos de nuestra niñez, tradiciones familiares, y para muchos de nosotros que somos migrantes, la nostalgia y el dolor de estar lejos de nuestra tierra. Las Posadas son una tradición que reencarna el arduo viaje de María y José desde Nazareth a Belén. Gente humilde, pobre, escapando la violencia inminente por no tener con que pagar los impuestos exigidos por el rey. La semana pasada en Brookline, Massachusetts, la comunidad de la iglesia Unitaria Universalista, acompañada por familias de las organizaciones Centro Presente y La Colaborativa de Chelsea se unieron para realizar un peregrinaje por el barrio pidiendo posada. Así aprendimos que el viaje de Maria y José se repite en la frontera entre los Estados Unidos y México miles de veces y por los mismos motivos: la pobreza. Este año el número de personas que cruzaron la frontera entre México y los Estados Unidos sumaron casi 1000,000. Muchas de estas personas eran menores de edad cruzando el desierto para reunirse con familiares escapando la pobreza, el hambre, la violencia. Esta es la historia de “Adrián” *
Adrián nació de padres adictos y se crió en la calles de Guatemala. Encontró albergue con prostitutas y ladrones. A los 15 años se ganaba la vida vendiendo ropa usada en el mercado. Cuando llegó una pandilla a quitarle los pocos pesitos que tenía, Adrián se negó y ellos acribillaron a balas el humilde kiosko. Adrián sabía que volverían y que su vida corría peligro. Ese día decidió emigrar. A los 16 años, su travesía incluyó montarse en el techo de la “bestia”, un tren de carga llamado así porque mucha gente se cae entre los vagones quedando mutilada ó perdiendo la vida. El viaje en “la bestia” atraviesa México y demora muchos días, la gente se cansa, se queda dormida y pierde el balance cayendo bajo sus ruedas letales. Durante el viaje, Adrián fue acosado y golpeado por ser gay. Lo dejaron botado y lo dieron por muerto. Tuvo que cambiar de rumbo y retroceder el camino andado, continuar a pie por muchos kilómetros, sufriendo lo indecible. Atravesó el gran desierto y al llegar a la frontera fue detenido y procesado como un criminal. Hacinado en una jaula que más bien parecía perrera, el sueño de Adrián se volvió polvo como el mismo desierto que acababa de cruzar. Si bien es cierto que muchos de los jóvenes detenidos encontraron familiares y gente dispuesta a proveerles con abogados y un techo, casi nadie quiere adoptar a un adolescente gay, migrante, de piel oscura, con un historial tan terrible.
Cuánt@s jóvenes como Adrián están esta noche solos, abandonados, olvidados? Cuant@s jóvenes gay, lesbianas, transgénero, queer, están esta noche pensando en los familiares que los rechazaron, en la iglesia que les niega albergue espiritual, en comunidades enteras y sistemas de gobierno que violentan sus derechos humanos? Dónde y para quién brilla la estrella de la esperanza? Brillará para Adrián y todas las personas que viven al margen de la sociedad por el único crimen de atreverse a vivir plenamente y reclamar su derecho a ser reconocido como hijos e hijas de Dios?
Las leyes de inmigración en los Estados Unidos han cambiado. En 1892, Annie Moore, de 15 años llegó al puerto de Ellis Island, Nueva York, con sus dos hermanitos, convirtiéndose en la primera joven migrante que viajaba sin sus padres. Ellos habían emigrado desde Irlanda tres años antes escapando el hambre y la pobreza. Annie fue recibida con una moneda de oro de $10 y hoy se continúa conmemorando su llegada con una estatua a la entrada de Ellis Island. Muy a diferencia de Annie, las personas migrantes provenientes de México, Sud y Centro América son tratadas como criminales, encarceladas, consideradas un peligro, deportadas y devueltas a las calles que cada día cobra más vidas jóvenes a manos de las pandillas.
Como ministra Unitaria Universalista, como migrante, como abogada, como persona queer, como madre, esta noche recuerdo a los migrantes que en estos momentos están montando la bestia, cruzando el desierto, sufriendo en silencio. La palabra recordar viene del Latín recordare y significa “pasar otra vez por el corazón”. Recordemos pues esta noche y todas las noches, a las personas gay, lesbianas, transgénero, queer, a los abandonados, a los marginados, a las personas etiquetadas de “ilegales” que hoy no tendrán una noche buena. Recordemos también a todas las personas gay, lesbianas, transgénero, queer que son nuestros familiares, amig@s y que forman parte de nuestras comunidades de fe. Recordemos que el concepto “familia” tiene muchos significados. La sagrada familia también fue queer, alternativa, perseguida, conformada por migrantes: una humilde joven embarazada, sin sus padres, buscando albergue con su compañero José, un carpintero que no era el padre biológico del bebé por nacer. Todas las familias son sagradas! Son muchas las personas y familias que han sido forzadas a cruzar fronteras de muchas maneras, buscando posada, buscando esperanza, escapando de la violencia. Recordemos que cada vez que nace un ser humano, brilla una estrella que esperanza, para que nuestros corazones se abran y dejemos salir la homofobia y permitamos la entrada del amor incondicional. Nuestra fe Unitaria Universalista nos urge ser nosotros la estrella, ser nosotros la esperanza de miles, ser nosotros el reflejo del amor incondicional. Nuestra fe Unitaria Universalista nos recuerda nuestros principios: Honrar la dignidad y el valor de cada ser humano. Estamos unidos por una red universal. Estamos unidos por el hecho de estar en el mundo. Estamos unidos como Latinoamerican@s que encuentran la divinidad en cada ser humano. Somos Universalistas porque creemos que todos y cada uno de nosotros nacemos de una estrella de amor, libres de pecado y que la salvación y el paraíso se construyen aquí en la tierra con obras de justicia social que transformen corazones y sistemas de opresión. Como dice el villancico Nicaragüense: Cristo ya nació en Palacaguina! Está naciendo en la frontera también. Está naciendo en una cárcel. Está naciendo a la orilla de las líneas del tren. Está naciendo bajo las ruedas de la bestia. Está naciendo en un albergue para jóvenes queer. Está naciendo en un prostíbulo. Está naciendo sucio, abandonado, hambriento, con etiqueta de “ilegal”. Está naciendo un maestro, un profeta, una líder comunitaria, una madre, una estrella de esperanza… Recordemos pues a todas las personas que en esta noche se sienten solas, abandonadas por sus familias y por sus comunidades de fe. Hay muchas formas de cruzar fronteras. Hay muchas “bestias” que nos roban la vida. Hay muchas maneras de acercarse a lo divino. Que esta noche sea buena para tod@s. Que esta noche Recordemos. Que esta Navidad logremos renacer para ofrecer luz y esperanza. Recordemos: Tod@s y cada un@ de nosotr@s somos hij@s de todo lo bueno, de todo lo divino, de la estrella de amor. Amén, Axé, Así Sea.

* Estas reflexiones fueron inspiradas por el artículo en la revista Mother Jones de Ian Gordon.

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Rev. Dr. Maria Cristina Vlassidis Burgoa, Senior Minister, Starr King Unitarian Universalist Church of Hayward, CA. Fui ordenada como ministra Unitaria Universalista en Septiembre 22, 2013 por la primera parroquia Unitaria Universalista de Cambridge. Soy abogada de la City University de Nueva York y recibí mi maestría en Divinidad de la Universidad de Harvard en el 2007. Mi experiencia profesional ha estado siempre conectada con la justicia social y he sido bendecida por las muchas oportunidades de trabajar y aprender de madres en prisión, personas viviendo con SIDA/VIH, inmigrantes y sobrevivientes de violencia domestica.
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