Todo el mundo ha visto y vivido la brecha generacional. Los abuelos, los padres, y los hijos no tienen el mismo punto de vista, y esto es porque el mundo y la sociedad siempre están en un continuo cambio y desarrollo, pero estos cambios naturales nos hacen vivir en una eterna Torre de Babel.


“Todo el mundo tenía un mismo lenguaje e idénticas palabras.  Entonces se dijeron el uno al otro: Vamos a edificarnos una ciudad y una torre con la cúspide en el cielo. Entonces bajó Yahvé para ver la ciudad y la torre que los hombres habían construido. Y dijo Yahvé: He aquí que todos forman un solo pueblo y con un mismo lenguaje y éste es el comienzo de su obra, bajemos y una vez allí confundamos su lenguaje, de modo que no se entienda cada cual con su prójimo». Y Yahvé los dispersó sobre toda la superficie de la tierra.”

Yo creo que en esta parábola, la Biblia trata de decirnos que a pesar de que fuimos hechos todos iguales, cada uno de nosotros tenemos algo diferente a los demás, no solamente el lenguaje. Los jóvenes no piensan, ni tienen el mismo idioma que sus padres o sus hermanos más pequeños y los padres no piensan ni tienen el mismo idioma que sus hijos jóvenes o aun el de sus propios padres. Cada uno de estos grupos tiene su propio lenguaje, sus propias costumbres, sus propios sueños, su propia época. Estamos viviendo en una torre de Babel continua.

Todo el mundo ha visto y vivido la brecha generacional. Los abuelos, los padres, y los hijos no tienen el mismo punto de vista, y esto es porque el mundo y la sociedad siempre están en un continuo cambio y desarrollo. No es posible para todas las generaciones ver las costumbres sociales y las relaciones entre personas de la misma manera. Por ejemplo, ahora es socialmente aceptable que las jovencitas y las mujeres solteras pasen tiempo con chicos y hombres sin acompañantes, en cambio, para mi bisabuela, esto era totalmente inadmisible, por supuesto eran otros tiempos. Un argumento común en todas las casas del mundo, sin importar raza, color, religión o el estatus socioeconómico es que los hijos quieren ver películas, o escuchar música, o vestir algún tipo de ropa, o pasar tiempo con amigos a los que sus padres no dan el visto bueno.

La comunicación entre padres e hijos, es prácticamente imposible, ya que ambos hablan lenguajes totalmente diferentes, sin importar que ambos hablen español, inglés, ruso o chino. Imagínense este dialogo entre una madre y su hijo de 13 años.

“En el colegio desde hace dos años sabíamos que Google iba a retar a Microsoft- dice el chico, leyendo el titular de un periódico

– ¿Qué?, dice la madre que va pensando en otro día más de trabajo pesado en el restauran en donde trabaja.

– Te digo que ya sabíamos que Google iba a retar a Microsoft.

-¿Quién?

– Google. G O O G L E.

– Ahhh… ¿y qué iba a hacer el gug ese, a quien va a golpear?

– ¿Que no me escuchaste mamá?, retar a Microsoft, a Windows, para hacerle competencia con el Office.

– Ah. Si, claro.

Por supuesto que la madre no tiene ni idea de lo que le esta hablando su hijo ni quienes son esos dos tipos que se retaban. De hecho, no le importa en absoluto, ya que ella tiene sus propios problemas. A quien le importa se dice para si misma la madre el reto de dos boxeadores estrafalarios y bravucones de esos los que salen por televisión y sobre todo peleando por una oficina”

En esta pequeña conversación, no puede uno evitar pensar en que ambos, con sus brutales diferencias de conocimientos y universos de referencia, son madre e hijo, que viven juntos y que no hay comunicación entre ellos. Este pequeño cuento solo ejemplifica la diferencia de conocimientos, y el entorno donde vive la madre y el hijo. ¿Pero que pasa con el resto de sus relaciones, independientemente de la tecnología?, que aparte sea dicho, no solo hay una brecha, sino un abismo del tamaño de algunos años luz en relación a nuestros propios padres. Todos estamos de acuerdo que el mundo y la sociedad esta cambiando, pero, ¿los padres hemos cambiado al mismo ritmo que la sociedad cambia? y ¿nosotros los padres estamos capacitados para adaptarnos a los cambios de nuestros hijos? Yo creo que no. La incapacidad de entendimiento se inicia con los padres, como si Dios generación tras generación bajara y dijera las mismas palabras que dijo hace miles de años “Confundamos su lenguaje, de modo que no se entienda cada cual con su prójimo”.

Todos los que actualmente somos adultos, aun sin ser padres, hemos olvidado, algunos en forma parcial y otros en forma total, que alguna vez fuimos jóvenes y que teníamos nuestro propio idioma, nuestras propias inquietudes, nuestros propios problemas y nuestros propios sueños; olvidamos que fuimos rebeldes de acuerdo al criterio de nuestros propios padres. Ahora nos comportamos como adultos “Responsables y serios”, apegándonos al sistema social porque así debe de ser. Cuando somos padres, ya sean biológicos o adoptivos, tenemos el firme propósito de darles a nuestros hijos todo lo que a nosotros no nos dieron nuestros propios padres. ¿Pero a que nos referimos los padres con eso de todo lo que no me dieron mis padres? En la mayoría de las veces solo se concreta, al dinero, a lo material, nunca pensamos en darles lo que nosotros no tuvimos como libertad responsable de acción y de pensamiento, comprensión y respeto mutuo y confianza en ellos mismos. Los padres somos muy contradictorios en relación a la educación de nuestros hijos. Decimos que queremos lo mejor para ellos, cuando ni siquiera sabemos que es lo mejor para nosotros mismos como personas; queremos que tengan un futuro mejor, aunque tratamos de educarlos con esquemas del pasado, les decimos que si estudian tendrán un futuro mejor que el nuestro, aunque nosotros no estudiemos nunca. Los padres queremos que nuestros hijos sean como nosotros, que piensen y actúen igual que nosotros, aunque el contexto en el que ellos están viviendo sea totalmente diferente al de nosotros.

Los padres tenemos la idea preconcebida de que nosotros por ser adultos y con más experiencia siempre tenemos la razón, y que las cosas deben hacerse como nosotros decimos, si no, las cosas no van a funcionar, y esto es a todos los niveles.

La juventud se caracteriza por ser rebelde. Todos nosotros cuando fuimos jóvenes, nos revelábamos ante las ideas “caducas” de nuestros padres. Si revisamos un poco la historia, nos vamos a encontrar con un sinnúmero de ejemplos en donde las ideas, el lenguaje y los sueños de los hijos no son los mismos que la de sus padres. Todos los jóvenes han y hemos sido rebeldes en mayor o menor medida con las formas de pensar de nuestros padres. Tomemos este ejemplo: Lucas el evangelista, nos dice acerca de Jesús: “Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre y, acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.”

Imagínense que haría un padre o una madre de hoy si su hijo de 12 años se pierde. Lo más probable es que le hablaría a la policía y se encendería inmediatamente la alerta ámbar.

Lucas nos sigue diciendo: “Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados. Jesús les respondió: ¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre? Ellos no entendieron lo que les decía”.

¿Que hubieran hecho ustedes en el lugar de María y José? Déjenme decirles lo que hubiera hecho mi padre si yo cuando tenía 12 años le hubiera contestado a mi madre de esa manera. Lo primero que hubiera hecho es que me hubiese tumbado los dientes de un bofetón, diciéndome que esa forma de contestar era una falta de respeto hacia mi madre, y sin averiguar que estaba haciendo o que tan inteligentemente estuviera yo hablando, me hubieran puesto una tunda, para que otro día no los angustiara de esa manera, ya que yo no me mandaba solo.

¿Y si la situación hubiera sido en los Estados Unidos o en algunos países europeos? Lo más probable es que Jesús, o yo, o cualquiera, nos hubiéramos quedado sin ver televisión por una semana o dos, además de mandarnos con un psicólogo para que investigara la causa de nuestra rebeldía, aparte de demandar a los doctores del templo por secuestro de menores, con quien sabe que siniestras intenciones.

A lo largo de la historia, una de las mayores fuentes del cambio cultural han sido los jóvenes, cuya rebeldía manifiesta habitualmente un profundo desajuste con las estructuras de autoridad y con las prácticas de los valores adultos y su transmisión social. El carácter de conflicto generacional que de ordinario acompaña a la rebeldía juvenil, rebelan ante todo, un malestar generacional con la cultura establecida, especialmente con aquellos aspectos más vinculados a sus instancias formativas como la educación y el consumo, la familia y la moral, la religión y la estética, la vocación y el trabajo, los medios de comunicación y las tecnologías del saber.

Todos en nuestra adolescencia nos hemos sentido hemos autosuficientes, que podíamos hacerlo todo, esto solo es parte de nuestra propia evolución como seres humanos, en esa época, no queremos estar bajo la vigilancia de nuestros padres, queremos estar entre los amigos, hablando el mismo lenguaje que nosotros hablamos. Nuestros padres nos aburren porque no nos entienden, porque no compartimos sus sueños, ni sus gustos, ni su lenguaje.

Todos los padres, quisiéremos que a nuestros hijos no les pase nada malo, y en ese afán de protegerlos de las crueldades y maldades de la sociedad, traicionamos nuestras propias ideas, traicionamos la educación que les hemos dado, y nos traicionamos a nosotros mismos como padres, ya que no les permitimos que pongan en práctica todo aquello que les enseñamos por mucho tiempo, entonces, ¿como van a practicar los valores que les inculcamos como el respeto, el amor, la compasión, el compañerismo, la honestidad, la autosuficiencia y la prudencia, entre muchos otros?

Todos los adultos sabemos de los peligros que hay actualmente en las calles, pero también es cierto que todas las épocas han tenido sus propias dificultades y peligros, guardadas por supuesto las proporciones. Cuando yo era joven y de eso ya pasaron más de 40 años, a los peligros a los que me exponía por andar en la calle eran: el ser atropellado por algún coche, que nos golpeara algún chico del vecindario, que nos robaran los útiles escolares o el reloj, el roba chicos, o sea la persona que secuestraban a los niños y jóvenes para ponerlos a trabajar para él, ya sea pidiendo limosna o robando, además del alcoholismo, el tabaquismo y las drogas, además de las violaciones sexuales de los niños y niñas. Actualmente continúan los mismos peligros que antes teníamos los jóvenes, pero aumentados. Actualmente los secuestros son para pedir rescates millonarios, o para vender por pedazos a los niños o jóvenes. El alcoholismo y las drogas se venden hasta dentro de las escuelas, las pandillas se han hecho mucho más violentas y peligrosas y por supuesto continúan las violaciones sexuales de niñas, niños, y mujeres.

Como padres, no debemos ni podemos tener a nuestros hijos encerrados en el castillo de la pureza, eso no es imposible, pero si podemos darles tiempo de calidad a nuestros hijos para hablar, pero también para escucharlos, debemos abrir las puertas de nuestras casas a sus amigos y tratar de platicar con ellos para descubrir de que pie cojea cada uno, pero sin reproches; enseñarles con el ejemplo, enseñarles a que confíen en nosotros y en ellos mismos, debemos confiar en que ellos han aprendido a resolver sus propios problemas a su propio estilo, así, ellos estarán mucho más seguros y preparados para enfrentar los problemas y peligros a los que siempre se tendrán que enfrentar por el resto de sus vidas y nosotros los padres estaremos más tranquilos.

El cuento de Hansel y Gretel ejemplifica esto que estoy diciendo. La malvada madrastra de Hansel y Gretel los envió al bosque, ahora sería a la jungla de asfalto que son las calles de nuestras ciudades; los dos jóvenes se encuentran con la casita de dulces y chocolates, la cual es una gran tentación para ellos, en el cuento son dulces y galletas, pero en la vida real son las drogas, el alcohol y el robo; la bruja personifica a las pandillas o a aquellas personas que ponen a trabajar a las niñas y niños como objetos sexuales.

Hansel y Gretel se metieron a la boca del lobo por la maldad de la madrastra y por la falta de carácter del padre, pero poniendo en práctica las enseñanzas del padre y con inteligencia, logran sobrevivir a todos los peligros y salen triunfadores con el invaluable tesoro de la experiencia.

Por supuesto que no hay que poner intencionalmente en peligro a los chicos para que adquieran experiencia, pero tampoco deben ser sobreprotegidos. Es verdad que actualmente la juventud tiene presiones y problemas que hace algunos años no existían, pero si ponemos amor en la educación, en la compañía, en la comprensión y en la conversación con ellos, el resultado será mejor para ellos y para nosotros. Los cambios sociales están ahí, enfrente de nosotros y de nuestros hijos, entonces hay que adaptarnos a esos cambios sociales, al igual que lo hacemos con la tecnología.

La brecha generacional entre los padres e hijos latinos recién llegados a los Estados Unidos es más profunda aún. Primero venimos de una sociedad altamente patriarcal, donde el padre es el único que piensa y decide, la esposa y los hijos no tienen ni voz ni voto. La gran mayoría de los padres latinos que nacieron y crecieron en nuestros países, tienen la costumbre de castigar a sus hijos con golpes, pero aquí, los niños pueden denunciarlos a la policía por maltrato y entonces los padres ya no saben que hacer y en muchas ocasiones pierden el control de sus propios hijos.

Aquí en los Estados Unidos, la mayoría de los padres latinos (madres y padres) con la idea de darle a su familia un “mejor futuro”, trabajan dos o tres medios tiempos y por supuesto que terminan muy cansados y ya no les queda tiempo para educar a sus hijos, ni mucho menos para platicar y convivir con ellos, ni para conocer a los amigos de sus hijos. Los padres terminan siendo los cajeros automáticos que solamente sirven para sacar dinero, pero que no dan tiempo, ni comprensión, ni compañía. Muchos padres piensan que en la escuela sus hijos van a obtener EDUCACION, con mayúscula, y terminan con hijos involucrados en las pandillas y/o en las drogas que se venden en el interior de las escuelas. Los niños y jóvenes empiezan a aprender el inglés y a olvidar el español y terminan literalmente, sin poder comunicarse, o a comunicarse a medias con sus padres llegando a ser unos perfectos desconocidos.

Lo que inicialmente empezó como un acto de amor y sacrificio, la búsqueda de un mejor futuro, termina siendo el peor futuro que se le puede dar a una familia.

Como Unitarios Universalistas que trabajamos a favor de los derechos humanos, que creemos en el amor, la comprensión y la justicia social, ¿podemos como individuos y como comunidad tender un puente para ayudar achicar esta brecha?

Yo no soy un experto en adolescentes, ni trabajo con jóvenes, pero muchos de ustedes si trabajan con ellos. ¿Entonces porque no ayudarlos?

El amor es la doctrina de esta comunidad y el servicio es nuestra oración, entonces, pongamos nuestra fe en acción y demos un poco de nuestro tiempo para ayudar a algunos jóvenes y a sus padres.

Empecemos por nuestra casa, tratando de buscar el dialogo con amor con nuestros hijos, y al mismo tiempo, demos un poco de nuestro tiempo a los jóvenes que conocemos, los cuales están atravesando esa etapa difícil de la vida, donde las presiones sociales y culturales son muy fuertes y peligrosas para ellos. Y a ustedes jóvenes si acaso están leyendo este artículo, traten de acercarse a sus padres y traten de entenderlos. Ellos solo quieren lo mejor para ustedes y si ellos no están disponibles, por cualquier razón, aquí en esta comunidad de fe, esperanza y amor, habemos mucha gente que los podemos escuchar y orientar.

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Roberto Padilla

El doctor Roberto Padilla es miembro de la Primera Iglesia Unitaria de San Jose, California.
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