No seas casi mar ni casi río. O sé mar, o río o nada” decía la letra de una de mis canciones favoritas cuando era pequeña. Mientras crecía, recibí cientos de mensajes similares los cuales me advertían de los peligros de estar en el medio. También aprendí desde muy temprana edad que ese espacio de en medio, de no ser ni de aquí ni de allá, había que evitarlo. Parecía no haber lugar en la vida para tal complejidad.

Uno de mis muchos viajes por el espacio de en medio, comenzó cuando me empecé a dar cuenta que mi fe católica no era tan fuerte como había sido anteriormente. Algo faltaba y no podía descifrar qué era. Lo que siguió fueron meses de confusión, pérdida y dolor. Siempre había estado muy activa en la iglesia y muchas veces había proclamado el amor incondicional de mi Dios. Pero de repente, sentí que todo mi mundo se derrumbaba y el Dios al cual yo había amado y del cual había dependido hasta entonces se me escapaba de las manos. Traté mucho de asirme a algo que le diera sentido a mi vida, pero no encontré absolutamente nada. Busqué e intenté acercarme a mi comunidad, pero también esta se desvanecía al igual que mis creencias. Busqué desesperadamente a viejos amigos, visité nuevas iglesias e intenté participar en grupos nuevos, sin éxito. En mi mente me decía a mí misma que estaba “tibia”, ni fría ni caliente. Estaba en el medio y de repente sentí que mi integridad se veía amenazada mientras continuaba tratando de vivir una fe en la que yo ya no encajaba. Intenté de sobremanera permanecer en un camino conocido, de evitar ese espacio intermedio y de caminar hacia lo desconocido. Mientras batallaba durante meses, el Dios que había conocido enmudecía y desaparecía gradualmente de mi vida.

Fue un intenso periodo de tiempo y después un día finalmente llegué al otro lado. Me detuve un momento y me declaré atea. Curiosamente, el admitir que mi fe había cambiado radicalmente fue liberador. Había algo de libertad el poder nombrar una nueva realidad para mí misma. Todavía anhelaba a los amigos y la comunidad que había perdido, pero finalmente estaba lista para vivir mi vida de acuerdo a la persona en la cual me había convertido.

Mientras reflexiono, ahora entiendo que la soledad, el dolor, la pena, confusión y desesperación que sentí por meses tenían un nombre: liminaridad

Originalmente la palabra “liminaridad” se usaba para describir un estado desorientador y ambiguo que experimentaban aquellos que pasaban por un rito iniciático o rito de paso. Liminaridad, es el espacio de en medio en el cual los participantes dejaban atrás una etapa vieja pero todavía no alcanzaban su nueva etapa. Los etnógrafos notaban que, en algunas tribus, los participantes de tales ritos frecuentemente experimentaban un estado de confusión y separación de la comunidad como parte del rito. A este espacio se le llamó “espacio liminar”. Los retos a los cuales se enfrentaban los participantes tenían un propósito: eran una forma de prepararlos para la nueva etapa a la cual ellos estaban a punto de entrar.

Sin embargo, en las sociedades modernas, en las cuales ya no buscamos intencionalmente separar a los individuos mientras transitan de una etapa a otra, la única forma de llegar a este estado liminal es a través del dolor, como aquel que experimentamos con la pérdida de algo o un cambio inesperado. En ese sentido, todos hemos experimentado liminaridad en nuestras vidas: la transición entre la pérdida de un trabajo y encontrar otro, entre darnos cuenta de nuestra orientación sexual o identidad de género y salir del clóset y cada vez que tenemos que permanecer con la incomodidad de no saber a dónde vamos.

Nuestras vidas están llenas de estos “intermedios” que suceden cuando transitamos de una etapa de la vida hacia otra, de un lugar a otro, de una forma de ser a otra, o cuando caemos en la cuenta de nuestras identidades complejas. La experiencia en “el entremedio” es muchas veces incomoda y llena de incertidumbre. Es el espacio en el cual reconocemos lo que ya no es, pero todavía no vemos lo que va a ser. Muchas veces nos esforzamos demasiado por regresar al puerto del cual partimos, pero ya no tenemos acceso a ese lugar. No podemos regresar y, en la oscuridad, no podemos todavía distinguir la otra orilla. Estamos en mar abierto, a la deriva y a clemencia de la corriente que nos lleva. Nadar cuesta arriba es inútil y aumenta el dolor aún más. Para llegar a nuestro destino, tenemos que rendirnos un poco, aceptar lo que es, y abandonar la idea de cómo deben de ser las cosas. Requiere que dejemos que el mar nos lleve a la otra orilla y dejar que esa experiencia nos transforme. Este lugar de transformación requiere de paciencia, es un lugar sagrado. No podemos abandonarlo voluntariamente sin haber aprendido nada. Una vez allí, solo podemos esperar y experimentarlo profundamente. Cuando finalmente llegamos al otro lado, podemos empezar a buscarle sentido a esa experiencia. En el medio somos transformados y en el proceso de transformación adquirimos las herramientas (habilidades, conocimientos, y/o sabiduría) que serán necesarias para continuar viviendo nuestras vidas como las personas en las cuales nos hemos convertido.

 

Ejercicio Espiritual –

En general, podemos usualmente evaluar nuestro paso por el estado liminar solo en retrospectiva. Es decir, hasta que llegamos al otro lado es donde podemos ver claramente que hemos estado en ese punto intermedio. Para el ejercicio espiritual de este mes, te invito a recordar un periodo en tu vida en el cual te hayas encontrado en el medio. Mientras reflexionas contesta las siguientes preguntas:

  1. ¿Cómo te transformó esta experiencia?
  2. ¿Qué aprendiste de ti? ¿de los demás? ¿del mundo?
  3. ¿Qué o quién te ayudó a través de esto?
  4. ¿Qué tipo de conocimiento o herramientas adquiriste que te pueden ayudar en una experiencia semejante en el futuro?

Preguntas para Reflexionar

  • ¿Qué entiende por <estar en el intermedio>?
  • ¿Cuál es la responsabilidad, si es que la hay, que tienen los individuos hacia aquellos que todavía no hayan experimentado ese espacio?
  • ¿Cómo puede una comunidad eclesiástica apoyar a aquellos que se encuentren en un espacio liminar?

 

Palabras de Sabiduría

“Cuando nada es seguro, todo es posible”

~ Margaret Drabble

“Honra el espacio entre no más y aún no.”

~ Nancy Levin

“Cuando estás en un aprieto y tienes todo en tu contra, hasta parecer que no lo soportas ni un minuto más, no te des por vencida/o, porque ese es el momento y el espacio en el que la marea cambia.”

~ Harriet Beecher Stowe

«Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio, en ese espacio está la fuerza para escuchar nuestra respuesta. En nuestra respuesta se halla el crecimiento y la libertad.”

~ Viktor Frankl

“El momento entre la que una vez fuiste y en la que ahora te estás convirtiendo

es donde la danza de la vida se lleva a cabo.”
~ Barbara de Angelis

 

“Los tiempos de transición son agotantes pero los amo. Son una oportunidad para purgar y volver a pensar en las prioridades y ser intencional en cuanto a nuevos hábitos. Podemos construir un normal nuevo de la forma que queramos.”

~ Kristin Armstrong

“Es un camino largo y antiguo, pero sé que encontraré mi destino.”

~ Ntozake Shange

 

“¿Ya llegamos?

~ Pregunta popular

 

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Tania Márquez
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Nuestra fe Unitaria Universalista nos exhorta no solo a vivir nuestros valores sino a luchar constantemente por construir un mundo más justo y equitativo para todos. Estoy convencida de que hay muchas personas en en el mundo hispano que necesitan conocer más de nuestra fe y creo que parte de nuestra misión es la de hacer llegar nuestro mensaje a todos los que lo necesiten.
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