Estamos viviendo en un tiempo donde el odio, la discriminación, el clasismo, la intolerancia, la desigualdad parecieran ser las reglas morales y éticas a seguir.

Pareciera que los conceptos de respeto, inclusión, diversidad, igualdad, amor están pasando de moda.

Luchamos incansablemente porque nuestros derechos se respeten, por ser incluidos en un grupo, por ser iguales a los demás, pero al mismo tiempo, diferentes, por ser amados.

Todos deseamos vivir en paz en un lugar donde todos seamos iguales ante las leyes.

Cuando nacemos, todos requerimos alimento, protección y amor. Nuestros padres se encargan de proporcionarnos estos elementos necesarios para nuestra vida.

En la mayoría de los hogares el padre tiene el rol de proveedor, mientras que las madres proporcionan la protección y el amor que requieren los hijos.

La mayoría de las madres dicen que aman mucho a sus hijos, que ese amor se fue gestando y fortaleciendo a través de todo el tiempo del embarazo, y ese amor es a tal grado, que las madres darían todo por ellos, hasta su propia vida; los padres no se quedan atrás en este sentimiento, pero con una actitud diferente a la de las madres. Con respecto al resto de nuestros familiares, padres, hermanos, abuelos, tíos(as), sobrinos(as), mantenemos ese amor incondicional? Y si es así, ¿hasta qué punto lo hacemos?

Se supone que como padres vamos enseñando a nuestros hijos a caminar, a hablar, a comer, a vestirse, a bañarse y a cepillarse los dientes, a ser respetuosos con sus padres, hermanos, sus demás familiares y con resto de la sociedad. Algunos padres les enseñan a amar a Dios, pero muchos les enseñan a temerle a Dios.

Orgullosamente como padres vamos viendo crecer a nuestros hijos y celebramos sus logros, sus ocurrencias y las actitudes que estos van teniendo a través de sus vidas.

También les transmitimos nuestra cultura, nuestras inseguridades, nuestra arrogancia, nuestros privilegios, nuestra religión, nuestros valores, nuestra ética y nuestra moral.

Entendiendo como moral al conjunto de principios, costumbres, valores y normas de conducta que vamos adquiriendo y asimilando a través de lo que vemos en nuestro hogar, escuela, la iglesia a la que asistimos, nuestra comunidad. Su asimilación y práctica no depende de una actitud plenamente consciente por parte nuestra. En cambio la ética, es el conjunto de principios, valores, costumbres y normas de conducta, adquiridos, asimilados y practicados de un modo estrictamente racional o consciente. Corresponde al ejercicio libre y consciente de la razón para justificar nuestros actos desde el punto de vista del bien y del mal. Visto de esta manera, podemos decir que la moral es particular y subjetiva, mientras que la ética es universal y objetiva, porque se basa en principios racionales, que trascienden los hábitos y las costumbres particulares. Por ello, si bien pueden existir diversas morales o costumbres morales (la moral de los costarricenses, de los chinos, de los mexicanos.), sólo hay una ética.

Como padres les vamos enseñando a nuestros hijos nuestros valores éticos y morales con palabras, pero la mayoría de ellos son con nuestro ejemplo. Lo que ellos ven que nosotros hacemos, lo van aprendiendo.

Todo este preámbulo es para comentar que en el mes de enero del 2015, Brock Turner, un joven de 20 años de edad, que era alumno de la prestigiosa Universidad de Stanford, y ex campeón de natación de la misma universidad, fue encontrado por dos estudiantes, violando a una muchacha la cual se encontraba totalmente inconsciente por los efectos del alcohol. Al ser sorprendido, Turner intento huir, pero los estudiantes fueron capaces de capturarlo antes de que él escapara.

A principios de marzo de este año, fue encontrado culpable de violación en una persona ebria o inconsciente; los fiscales pedían al menos seis años de prisión para el exatleta.

Dan Turner, el padre de Brock le pidió al juez, a través de una carta, que no fuera duro con su hijo.

Dan Turner dijo que su hijo «nunca será esa persona feliz con una personalidad sencilla.

Cada uno de sus momentos son consumidos por la preocupación, la ansiedad, el miedo y la depresión».

Una sentencia larga sería «un duro precio de pagar por 20 minutos de acción de sus 20 años de vida», escribió Dan Turner.

El padre también dijo que su hijo está teniendo problemas para comer su comida favorita: el filete.

El juez Aaron Persky, de la Corte Superior del Condado de Santa Clara, CA, dijo que la edad de Turner y la falta de historial criminal lo hicieron sentir que imponer una pena de seis meses de cárcel con derecho a libertad anticipada era apropiado. Turner también se debe registrar como delincuente sexual.

«Una sentencia en prisión habría tenido un impacto severo en él», dijo Persky. «Creo que él no será un peligro para otros».

Me di a la tarea de preguntar a algunos padres que conozco acerca de este caso y que hubieran hecho en lugar del padre de Brock Turner.

La pregunta fue: ¿Si tu hijo estuviera en el lugar de Brock Turner, hubieras hecho lo mismo que su padre, tratando de solicitar una sentencia muy corta y sin consecuencias para el futuro de tu hijo?

Algunos contestaron que es muy difícil contestar esa pregunta porque no están en lugar del padre de Brock, pero a pesar de ello, todos contestaron que sí, “ellos harían todo lo posible para que su hijo no llegara a pisar la cárcel y si no fuera posible, que estuviera el menor tiempo posible para no afectar su futuro. En resumen prácticamente me dijeron que un chico de 20 años tiene muchas cosas que dar y hacer en su vida y que por un “error de juventud”, la sociedad puede terminar con un futuro prometedor.

En realidad este fue un error de juventud, o fue un error de enseñanza, fue un error de juventud o fue una lección bien aprendida donde un padre le enseño a su hijo que no importa que delito cometa, él está por encima de la ley.

Cuantas veces enseñamos a nuestros hijos consciente o inconscientemente que esos “errores de juventud” no tienen consecuencias a futuro.

Pero yo no me quedé en ese punto, también pregunté: ¿Y que hubieran hecho si su hija hubiese sido la chica que Brock violo?

En este punto todos sin excepción contestaron que pedirían la máxima pena para el violador.

Como dice el título de esta reflexión, queremos que se haga justicia pero en los burros del compadre, en otras palabras, los hijos del vecino son los malos, los groseros, los malvados, los flojos, los drogadictos, los vagos y demás adjetivos denigrantes; ellos deben ser vigilados por las autoridades; mientras nuestros hijos son los más educados, lo más honestos, los más trabajadores, los más estudiosos e inteligentes. Por el amor que les tenemos, nos cegamos, no vemos sus defectos o si los vemos, los justificamos diciendo que son “errores de juventud”.

Y a nosotros como Unitarios Universalistas que nos dice nuestra fe si alguno de nuestros hijos estuviera en el lugar del joven Turner?

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Roberto Padilla

El doctor Roberto Padilla es miembro de la Primera Iglesia Unitaria de San Jose, California.
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