El pasado 17 de julio, mientras estaba viajando en el tren que me llevaba desde el aeropuerto de Amsterdam (adonde había volado desde mi ciudad de Barcelona) hasta la pequeña población de Amersfoot, en el centro de los Países Bajos, reviví algunas de las sensaciones que había tenido en mi primera asistencia a una reunión del Consejo Internacional de Unitarios y Universalistas, allá por el año 2001 en Hungría.

En aquellos días éramos muchos menos. Recuerdo que entonces llegué al centro de Budapest, nos subieron a todos a un autocar y nos llevaron al bello lago Bálaton, una de las áreas turísticas más apreciadas de Hungría. Quizá éramos unos 30. En esta ocasión, se esperaban más de 140 personas en la conferencia entre delegados, invitados y “amigos”, de más de 30 países. Hemos crecido, tanto en número, como en extensión geográfica, como en organizaciones afiliadas. El Consejo Internacional es cada vez más global y plural.

Bajé del tren en Amersfoot para tomar otro tren hasta Elspeet. Allí fue donde tuve la suerte de encontrar a otros asistentes a la conferencia, que ya habían llamado a un taxi que nos conduciría al centro de conferencias Mennorode, unas excelentes instalaciones de la Iglesia Menonita holandesa en un entorno casi idílico en medio de los bosques holandeses. Al llegar fue cuando tuvimos la oportunidad de saludar a viejos y nuevos amigos que habían llegado antes que nosotros.

Una de las ventajas de reunirse en un centro de inspiración religiosa es que suelen tener un lugar de oración. En el caso de Mennorode, era una preciosa capilla de madera rodeada de árboles y con una pared de cristal que no solo llenaba la sala de luz, sino que nos mostraba unas maravillosas vistas de la naturaleza. Durante los servicios religiosos no era raro que nuestra atención se desviara hacia alguna ardilla que había decidido que era un momento adecuado para ir corriendo de un árbol a otro. Religión y naturaleza en comunión no forzada ni artificiosa.

Hubo también un espacio para mirarnos metafóricamente en el espejo como organización después de 21 años de existencia del ICUU. Algunas cosas habían quedado obsoletas, como nuestra Misión. Un día entero se dedicó a buscar nuevas fórmulas que expresaran mejor nuestra tarea como organización religiosa internacional e intercultural en el siglo XXI. Colaboramos en distintos grupos de discusión, coordinados con mano maestra por Martin Gilbraith, facilitador profesional y experto en gestión de grupos humanos. Tras una intensa lluvia de ideas, entregamos las conclusiones de nuestro trabajo y el Comité Ejecutivo presentó una nueva declaración de Misión para su aprobación en la sesión plenaria, que recibió el apoyo unánime de los delegados:

La misión del ICUU es empoderar sus grupos miembros existentes y emergentes, a fin de sostener y hacer crecer nuestra comunidad de fe global.

También pudimos aprobar los nuevos presupuestos y renovar el Comité Ejecutivo. El reverendo Dávid Gyero fue reelegido como Presidente por dos años más, junto con la mayoría de los cargos. También se hizo un pequeño homenaje al Rvdo. Steve Dick, que abandonaba su puesto como Director Ejecutivo del ICUU, siendo reemplazado provisionalmente por la Rvda. Sara Ascher, de Estados Unidos. Sara trabajará conjuntamente con el CE para implementar los acuerdos de esta reunión y poner el ICUU en la vía de progreso que lo proyectará en los próximos decenios.

Al partir de regreso a Amsterdam, nuevos pensamientos y esperanzas invadieron mi mente mientras veía pasar el intenso verdor del paisaje rural holandés: ¿estaremos a la altura del reto? ¿Sabremos superar la tendencia natural de los unitarios hacia el individualismo, no solo personal sino también organizativo? Especialmente las grandes organizaciones, que han hecho un gran esfuerzo de solidaridad y han invertido muchos recursos en hacer posible una plataforma global de encuentro para todos los unitarios y universalistas del mundo. Ojalá mantengamos todos nuestros compromisos. Ojalá sigan cumpliéndose nuestros anhelos. Lo que hace 20 años era un sueño, ahora es una realidad aún frágil pero floreciente. Falta el paso decisivo hacia la madurez. En ese camino estamos.

 

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Jaume De Marcos

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