En el mes de octubre, en la mayoría de los pueblos de México empiezan a prepararse para poder celebrar el tradicional Día de los Muertos el cual se celebra el 1y 2 de noviembre de cada año. En estos días recordamos a nuestros seres queridos que ya fallecieron y los recordamos con amor y con alegría, porque nunca se han ido lejos de nosotros, porque ellos están dentro de nosotros, en nuestros recuerdos y aun en nuestras vidas.

Los seres humanos somos los únicos seres vivos en el mundo que tenemos conciencia de que algún día moriremos, por supuesto que no sabemos cuando llegará ese día ni donde, ni como sucederá, pero mientras que ese día llega, que espero que sea dentro de muchos, muchos años, ¿estamos preparados para cuando llegue ese día?

¿Preparase para morir? Que tontería es esa. ¿Como se puede uno preparar para morir?

Bien, permítanme compartir parte de lo que he ido aprendiendo en función de cómo prepararse para cuando ese día llegue, el cual llega cuando uno menos se lo espera.

Octavio Paz nos dice: “En el mundo moderno, todo funciona como si la muerte no existiera, nadie cuenta con ella. Todo la suprime: los discursos de los políticos, los anuncios de los comerciantes, la moral pública, las costumbres, la alegría a bajo precio, y la salud al alcance de todos que nos ofrecen los hospitales, las farmacias y los campos deportivos. Estamos viviendo en el siglo de la salud, de la higiene, los anticonceptivos, las drogas milagrosas y los alimentos sintéticos”

Todo esto contribuye a que nadie pensemos en la muerte, entonces si no pensamos en ella, ¿como nos vamos a preparar para morir?

Primero debemos tener en cuenta que muerte y vida son inseparables; las dos inician el camino en el mismo instante en que nacemos, en el momento que nacemos, empezamos a morir. Por supuesto que el camino hacia la muerte es diferente para cada uno de los seres humanos. Algunos mueren a los 75, 80 o 90 años de edad, pero otros mueren a la semana de nacidos o a los 10, 20 o 25 años de edad. No hay una edad específica para morir, pero nuestra naturaleza humana nos hace pensar que la muerte es cosa de viejos, por lo tanto, ¿para qué pensar en ella? Lo importante es vivir el hoy a plenitud.

En esta vida, lo más importante es planear nuestra vida, la cual la tenemos hoy y aquí, con todos los problemas que se nos van presentando a diario.

Mientras somos niños, nuestros padres planean nuestra educación, para que estemos preparados para el futuro, planean nuestra alimentación y nuestras actividades recreativas. Cuando ya somos adultos, nosotros somos los que planeamos nuestra vida. Planeamos tener un buen trabajo, tener un coche, una casa, planeamos nuestra boda y finalmente planeamos cuando y cuantos hijos vamos a tener. En resumen, la vida esta enfrente de nosotros y hay tantas cosas por hacer para que esta vida nos sea confortable y placentera que no hay tiempo para pensar en la muerte.

Buscamos el amor para llenar nuestra vida de color y sabor, y por supuesto que lo encontramos, nos casamos, tenemos hijos y decimos, Ah que feliz soy. Entonces hacemos todo, hasta lo inimaginable por nuestros seres queridos, y lo hacemos por amor. Entre toda esta dicha y felicidad, nadie se pone a pensar que vivimos en un mundo donde nadie tiene la vida asegurada.

Todos decimos que queremos mucho a nuestros familiares, que daríamos cualquier cosa por ellos, hasta la vida si fuera necesario, pero algo en que nunca pensamos en darles es tranquilidad cuando nosotros nos muramos.

La muerte nos llega cuando menos lo esperamos, y es en ese momento en que nuestros seres queridos lloran la pérdida, y justo ahí es cuando empiezan a sufrir doblemente. Primero por la pérdida del ser querido y después por todos los problemas legales y económicos que hay que resolver, los cuales nosotros no quisimos o no tuvimos el tiempo para dejar arreglados.

Como nadie piensa en la muerte de uno mismo y creemos que tenemos toda la vida por delante, nunca pensamos en donde, como y con que nos van a enterrar, solo sabemos pedir lo que queremos, que me entierren en mi país, que me traigan música, que me entierren en tal o cual parte pero nunca nos dimos a la tarea de ahorrar dinero para todas esas cosas. La mayoría de los latinoamericanos jamás pensamos en comprar una fosa en algún cementerio o dejar preparado nuestro propio funeral.

En el transcurso de la vida pensamos que necesitamos un coche para poder movernos por esta vida, trabajamos muy duro para comprar una casa y que nuestra familia a la que queremos mucho, viva confortablemente, por supuesto que compramos todos los muebles y cosas que ocupamos para poder vivir, compramos joyas, libros, y todas las cosas que los humanos vamos atesorando a través de nuestras vidas. Pero cuando nos morimos, nuestros familiares a los que decimos que queríamos mucho, se enfrentan a problemas legales porque no preparamos un testamento en donde indiquemos como deben ser repartidas todas nuestras pertenencias.

¿No decimos que amamos mucho a nuestros familiares? Entonces porque a nuestra partida les dejamos tantos problemas para resolver?

El comprar un terreno en un cementerio es más sencilla de lo que parece, ustedes me dirán, si, pero cuesta dinero, y eso es lo que no tenemos. Pero irremediablemente vamos a tener, perdón, nuestros seres queridos van a tener que conseguir el dinero, ya sea a través de algún préstamo, o vendiendo algo para poder enterrar a ese ser tan querido que acaba de fallecer o recurrir a la caridad pública.

Con respecto a un testamento, nosotros los latinoamericanos pensamos que un testamento es un trámite muy costoso o muy complicado, o ni siquiera lo pensamos, y creemos que nuestros seres queridos van a tener la suficiente inteligencia para repartir nuestras pertenecías con sabiduría y equidad, cosa muy lejos de la realidad.

Por favor, no dejemos que nuestros seres queridos se vean en un doble dolor, nuestra muerte y la muerte económica de ellos.

Por otro lado, nosotros seguimos pensando que nuestra vida va a ser larga y fructífera, llena de éxitos y alegrías, y por supuesto que así debería ser, pero que sucede cuando por algún accidente, ¿nos morimos?

Normalmente nosotros los latinos enterramos a nuestros seres queridos, y con junto con nuestros seres queridos enterramos también a muchas otras personas desconocidas por nosotros, que si lo quisiéramos, podrían seguir viviendo. Me estoy refiriendo a la donación de órganos, de esos órganos que ya no vamos a necesitar.

Si acaso yo muero en algún accidente y mi corazón, mis riñones, mi hígado, mis corneas, y mis pulmones que están sanos pueden salvar a otros seres humanos, ¿porque no hacerlo? De hecho, yo o nuestro ser querido seguiría viviendo en el cuerpo de otra persona y con mi muerte le proporcionaría un regalo invaluable de vida y de amor a muchas personas que requieren de un transplante urgentemente.

En la cultura latina, no tenemos la costumbre de donar nuestros órganos cuando hayamos muerto. Órganos que siendo bien honestos, ya no vamos a necesitar mas, pero que otras personas si los necesitan para seguir viviendo.

Finalmente, todos sabemos que tarde o temprano vamos a morir, eso es irremediable, pero ¿cuantas veces les decimos a nuestros seres queridos que los queremos? ¿Cuantas veces les demostramos ese cariño que decimos sentir por ellos?

Muchas veces por la rapidez en la que nuestras vidas se desenvuelven, por los problemas laborales o económicos o por miles de causas más, o porque creemos que ellos ya saben que los amamos a pesar de que no lo digamos con palabras, no les decimos a nuestros seres queridos cuanto los amamos, pero una vez que ellos están muertos, quisiéramos habérselos dicho no una, sino millones de veces. Desafortunadamente ya es demasiado tarde para ello. Lo que no hayamos dicho y hecho cuando la gente esta viva, no vale la pena decirlo o tratar de hacerlo cuando ya están muertas.

Como seres humanos podemos planear nuestra vida como trabajadores de cualquier área del quehacer humano, planear cuando compramos un coche, una casa, cuando y en donde nos casaremos, también podemos planear cuando y cuantos hijos queremos tener, planeamos nuestro retiro y también, debemos planear, por amor a nuestros seres queridos, nuestra muerte. Que el último acto de amor por nuestros seres queridos sea el no heredarles problemas. Y nuestro ultimo regalo de amor a la humanidad, sería ser donadores de nuestros órganos

Hablando de la muerte.

Hablando de la muerte.

Hablando de la muerte

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Roberto Padilla

El doctor Roberto Padilla es miembro de la Primera Iglesia Unitaria de San Jose, California.
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