Articulo por Mirla Leal Villoro/ Foto por: Vineet Menon. Nataraja at Cern. C.C Licence

Después de un viaje de ida y vuelta de la física, ya sabiendo que la ciencia no es la verdad, que la física no es la realidad, y que la naturaleza del tiempo está aún muy distante de nuestra comprensión, llegué a la teología. (Leer artículo en Inglés)


Saber por qué el mundo es así, desde niña motivó mi curiosidad. También me atraían las mitologías que hoy sé las separa una línea bien difusa de las religiones. Con el tiempo me incliné hacia la astronomía, que para la adolescencia me había llevado a la física. El contexto favoreció la inclinación de la balanza. Cuba vivía una época de antirreligiosidad extrema que aplastaba las creencias en cualquier versión de lo trascendente e imponía una ideología importada desde la URSS que a pesar de nuestro calor caribeño y el fervor de la masividad, no dejaba de resultar fría y ajena. Con el tiempo y las transformaciones de la realidad social, el contexto cambió.

Después de un viaje de ida y vuelta de la física, ya sabiendo que la ciencia no es la verdad, que la física no es la realidad, y que la naturaleza del tiempo está aún muy distante de nuestra comprensión, llegué a la teología.

Para mi sorpresa –¿o no?–, descubrí que la teología funciona de forma similar a la ciencia, aunque no pueda alcanzar el paso experimental, ni la sistematización, ni la sociabilización de las experiencias… todavía. No obstante, muchas veces sin llegar a expresarse de forma completamente explícita, sabemos de qué se habla, porque de cierta manera, vivimos experiencias similares.

En mi aún breve tiempo de estudio de las teologías y de las religiones en general, el jainismo llamó especialmente mi atención. Quizás más que una religión, una filosofía, un modo de vivir. El jainismo enseña la relatividad de la verdad, en otras palabras, la imposibilidad de una única interpretación de las cosas, de los sucesos, de la realidad. Esta idea quedó prácticamente sepultada por las aspas del tiempo humano y continuaron imponiéndose religiones que pretendían poseer la verdad, la única posible verdad, y que por tanto los demás debían aceptar.

Aunque Shiva, destructor y recreador, mi preferida conceptualización de Dios, me deslumbró desde bien temprano, dada mi geografía, y quizás por una tradición familiar, que intentaron ocultar para evitarme problemas en la escuela, la religión con la que más he interactuado es la cristiana, específicamente católico romana. Hace poco más de un año asistí a una conferencia de José María Vigil sobre el pluralismo religioso, quedé fascinada. Dentro de la Iglesia católica romana comienza a considerarse que el cristianismo no es la única posibilidad. ¿Acaso podría Jesús ser el único universal salvador de todas las posibles civilizaciones de nuestra vasta galaxia?

Pero este es el camino que debe transitar la Iglesia católica romana. Yo sé que Dios no daría un único mensaje en un mundo tan diverso. La revelación es continua, es personal y a la vez compartida. El mensaje de Dios está inmerso en diversas religiones, en el arte, y en la ciencia. No existe un único camino. Quizás todos los caminos son válidos solo que no han sido bien transitados.

Dios, el Todo, la Consciencia universal, como queramos llamarle, es uno para todos los seres. Varía nuestra percepción, filtrada por el contexto cultural y las experiencias individuales de una o varias vidas. Varía, nuestra interacción con lo trascendente.

Es curioso que no hubiera sabido antes de los unitarios universalistas. Debí haberlo visto al menos en la página de Wikipedia sobre Tim Berners-Lee, el inventor de la World Wide Web. Un día andaba yo en pseudoderiva por Internet cuando encontré un artículo titulado Does Siri Believe in God? en el cual supe del unitarismo. Una búsqueda en Google y encontré el unitarismo universalista, compatible con mi teología, con quien tiendo a ser. Ya sabemos lo que se dice por ahí, cuando el estudiante está listo, aparece el maestro, y mi maestro ha sido la experiencia del mundo, la vida, y la comunidad.

Mi teología aún está en construcción. ¿Acaso no lo está siempre?

 

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